Érase una vez un niño llamado Roberto que vivía en el bosque. A Roberto le gustaba leer libros y tumbarse en la hierba mirando el cielo. Le divertía encontrar figuras en las nubes. Llevaba una libreta roja donde apuntaba todas y cada una de las formas que era capaz de encontrar en el cielo.
Le apodaban Roberto el niño del fuego. Lo llamaban así por su rojo y brillante pelo. Lo tenía largo hasta la mitad de la espalda. Dicen que jamás se lo había cortado. El peluquero más cercano del pueblo cuenta que un día sus padres lo llevaron, pero que una vez en la puerta Roberto se negó a entrar y tuvieron que dar la vuelta.
Una de esas tardes en las que Roberto se tumbaba en la hierba a ver las nubes... se quedó dormido y llego la noche. Sus papas salieron al jardín y al verlo lo taparon con una manta de color rojo.
Roberto despertó en mitad de la noche con la cara mojada por el relente. Al levantarse se fijó en un extraño hombre que estaba subido a una escalera de madera verde. Roberto pensó ¿cómo? ¿Eso no puede ser?. ¡La escalera estaba apoyada en una nube! . El hombre vestía una bata blanca que le llegaba hasta los tobillos. Aquel hombre estaba dando forma a esa nube. La manejaba como si fuera plastilina. Roberto sintió mucha curiosidad por aquel peculiar hombre y le preguntó:
- Hola, ¿Quién eres?
- Soy el escultor de nubes, me acabas de pillar trabajando.
- ¿Escultor de nubes? no entiendo bien, ¿me lo puedes explicar?
- Verás mi trabajo consiste en dar forma a todas y cada una de las nubes para la mañana siguiente cuando salga el sol.
Roberto se frotó los ojos pensando que aún seguía dormido. Roberto le pregunto al escultor de nubes:
- ¿ Y esas latas de pintura que llevas en la mochila?
El escultor de nubes respondió:
- Algunas veces la lista que recibo con las formas que han de tener las nubes viene acompañada de colores. Por ejemplo, si al día siguiente va a llover me piden que pinte las nubes de gris o negro.
Roberto estaba fascinado con todo lo que le contaba y decidió probar suerte.
- ¿Podría subir a la escalera...y pintar un poco esa nube?
El escultor de nubes respondió:
- Claro Roberto, puedes subir.
Roberto caminó hasta la escalera y comenzó a subir poco a poco. Arriba lo espera el escultor con un pincel rojo. Roberto sonrió. El escultor sabía que ese era su color favorito. Roberto agarró el pincel y comenzó a dibujar en un trozo de la nube. El escultor miró lo que había pintado Roberto y los dos rieron. Roberto bajó de la escalera y el escultor le siguió.
Roberto preguntó:
- ¿Volveré a verte?
El escultor respondió:
- ¡Claro!. Solo los niños que leen mucho son capaces de verme, hace falta tener mucha imaginación.... y esa imaginación, querido amigo, solo se encuentra en los libros.
Roberto recogió su manta roja del suelo y al girarse, el escultor ya no estaba. Entró en casa y se acostó en la cama.
El sol de la mañana entró por la ventana despertándolo.
- Buenos días cariño, ¿Has dormido bien?-. Preguntó su madre.
Roberto contestó:
- Si mamá, la verdad es que sí.
Su mama dijo:
- Tu padre te está esperando en la entrada. Te quiere enseñar algo.
Roberto cogió un trozo de pan y salió de casa. Encontró a su padre mirando al cielo fijamente y le preguntó:
-¿Qué pasa papá?
Su papá respondió:
-¡Mira! Mira en el cielo, justo en el centro. ¿Ves esa nube?
Roberto preguntó:
- ¿Esta que parece un árbol?
Su padre le contesto:
-¡Si, esa! ¿no te parece que pone Roberto en rojo?
Roberto observó la nube y dijo con una sonrisa en los labios:
- Venga papá... eso no es posible.
Roberto se quedó solo mirando al cielo y dijo en voz baja:
- ¡Gracias! .
Colorin colorado este cuento se ha acabado.
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